El trastorno de ansidedad generalizada

El trastorno de ansidedad generalizada (O hacia una escucha particular de la angustia)

Es sumamente frecuente hoy encontrarnos con derivaciones que rezan “trastorno de ansiedad generalizada”. Como también sucede cada día que recibimos sujetos en nuestras consultas que llegan diciendo “tengo ansiedad”.
 Esta situación requiere de al menos dos lecturas posibles:

Imagen de persona que denota ansiedad
Ansiedad. Trastorno de ansiedad. Angustia. Síntomas. Indicación terapéutica.

La primera se relaciona con el modo en que han sucedido las cosas en los últimos años en el campo “psi”, abarcando tanto la psicología como la psiquiatría.
 Desde la aparición del Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (conocido como DSM) y de su acrónimo Clasificación Internacional de enfermedades (CIE) se puede reconocer un fuerte impulso por agrupar determinados síntomas y sus recurrencias para poder hablar de los trastornos psíquicos con un criterio unificado.

No corresponde en este artículo discutir acerca de la utilidad o eficacia de dichos manuales, pero sí conviene aclarar que han tenido un impacto más que considerable a la hora de “poner nombre” al sufrimiento de las personas.
 Por otra parte, quienes reciben un diagnóstico, sienten que su padecimiento tiene un nombre y esto suele provocar tranquilidad, aunque siempre de manera efímera.

La segunda lectura que exige esta situación, nos permite hacer un análisis acerca de qué nos sugiere escuchar la frase cada vez más frecuente de “tengo ansiedad”. Cuando alguien se presenta en nuestra consulta y expresa aquello, lo primero que suele suceder es que le interroguemos acerca de esa aseveración. Inmediatamente se puede observar cómo aquello que se presenta como “ansiedad” está enmascarando una situación de angustia, una especie de malestar desconocido que ataca no sólo a la psiquis de las personas sino también al cuerpo. Así es como escuchamos hablar de dificultad para respirar, taquicardia, temblores en extremidades, dolores intensos de cabeza, mareos, insomnio, etc.

La angustia

Si partimos de la premisa de que la angustia es “lo que no engaña” nos adentramos en el desafío de desentrañar esa verdad que duele en el sujeto y se manifiesta de las formas más diversas. Incluso hasta llegar a paralizarlo impidiéndole llevar una “vida normal”.

Lo que pretendemos en un trabajo terapéutico es acercarnos lo más posible a esta angustia que hace escollo, poner en palabras aquello que se vuelve insoportable.

Claro que este trabajo requiere de una escucha muy particular, pues sabemos que cualquier intervención que se haga produce efectos, y el profesional debe estar atento para poder recoger esos efectos.

Hacer un diagnóstico clínico sin escuchar el malestar, o tomar sin más lo que ya viene pautado de antemano, ya sea en un informe o una derivación nos lleva a no conseguir determinar nunca las verdaderas causas del sufrimiento, con lo cual es necesario una vez más poner en marcha una verdadera escucha singular de lo que no funciona. Sólo así conseguiremos orientar y ayudar a la persona en el difícil momento por el que está atravesando.

Lic. Laura Formento

Ecoute Barcelona

Las crisis personales

Nuestra vida emocional y personal no es una línea continua. Existen momentos puntuales que nos confrontan con verdaderas elecciones y decisiones en nuestro recorrido vital y que tienen la categoría de acontecimiento. Constituyen momentos de aparente detención pero que son necesarios y fundamentales para poder continuar adelante en el desarrollo personal. Son las crisis pesonales.

crisis-personalesEstas situaciones tienen lugar cuando se produce un choque entre nuestras expectativas y lo que constituyen nuestros verdaderos logros. Entre lo que pretendemos alcanzar y lo que verdaderamente alcanzamos.

La insatisfacción personal, que es el motor de nuestra realización personal, a veces alcanza niveles tan altos que no logramos entender qué es lo que verdaderamente nos orienta en la vida.

Es muy frecuente constatar que muchas de las crisis personales acontecen en determinados momentos de nuestra vida, estando profundamente vinculadas a la relación de pareja. La elección de la misma, consolidar dicha relación, la maternidad y la paternidad, la vida familiar, la relaciones sexuales, el declive sexual, el climaterio, etc., la manera en cómo afrontamos estos cambios vitales está íntimamente vinculada a los ideales que marca el discurso de la época que nos toca vivir.

Las crisis personales están profundamente vinculadas a la relación de pareja

La tiranía con que a veces se manifiestan estos ideales de una época son generadores de verdaderas crisis personales, crisis que se presentan bajo el modo de la ansiedad y la depresión. Entre ellos encontramos, por ejemplo, la competitividad, un valor de nuestra época que mal entendido es un factor de perturbación en el vínculo laboral.

Ideal de belleza

El ideal de belleza es otro de los elementos perturbadores actuales, afectándonos de un modo a veces dramático (especialmente en la población femenina), y por el cual nos sentimos esclavizados sin poder resistirnos a dejar de obedecer la pauta que dicho ideal nos marca.

Ideal de un yo fuerte

El ideal de un yo fuerte y autónomo encierra el germen de un individualismo que puede favorecer el aislamiento y la soledad, conformando un falso semblante de independencia.

Relaciones de pareja

Donde se constata hoy una verdadera crisis personal es a causa de las relaciones de pareja. Existe una verdadera revolución en la concepción del vínculo entre los hombres y las mujeres.

El lugar que las mujeres han ocupado en la historia de la relación amorosa ha evolucionado de una manera tal radical que repercute en el modo en que los hombres y las mujeres se perciben a ellos mismos.

La independencia laboral en la mujer y la posibilidad real de concebir un hijo a través de la ciencia -con independencia de la relación sexual-, son algunos de los factores culturales determinantes que dibujan una nuevo mapa en la relación hombre-mujer, desorientando inevitablemente al hombre de hoy y provocándole el autocuestionamiento sobre qué lugar ocupa en el vínculo con una mujer.

La experiencia extraída de las consultas actuales nos ilustra esta cuestión cuando comprobamos que hoy los hombres consultan al psicólogo tanto o más que las mujeres.

Las consultas al psicólogo de los hombres han igualado a las de las mujeres.

Esta inmersión en la dimensión de lo íntimo, que parecía ser algo inherente a las mujeres, ha alcanzado a los hombres que ya no dudan en plantear sus inquietudes, su desesperanza, y su desorientación. Podemos considerar esta apertura como un signo claro de que el hombre esta dejando atrás ese mito que siempre lo ha acompañado de ser fuerte porque sí.

La emigración y el desarraigo

En nuestra época globalizada, el fenómeno de la emigración no es nuevo, sin embargo, cada vez está más presente en la vida de las personas.

Las razones son muy amplias y diversas: estudios y formación en países elegidos con tal fin, parejas que se consolidan a través de internet, desplazamientos individuales o familiares por contratos de trabajo en otros países o ciudades, búsqueda de oportunidades en otro continente por razones económicas.

emigracion

El abanico de causas que llevan a una persona a dejar sus raíces y su cultura es muy amplio y responde al nuevo modo de funcionamiento de la vida social y económica de este siglo. Este fenómeno social, obviamente, tiene una importante repercusión en la vida emocional de los sujetos.

Las causas para que una persona deje sus raíces y su cultura responde al nuevo modo de vida social y económica del siglo XXI

Emigrar supone un paulatino proceso de duelo, de reconocimiento y aceptación de la pérdida de vínculos primarios y referenciales en la vida de toda persona: la familia, los amigos, la cultura, la lengua.

De por sí la emigración implica que se realicen dos exigencias simultáneas: la separación de lo anterior y la adaptación a lo nuevo.

Aunque las personas que emigran, aparentemente, siempre lo hacen a partir de una libre elección y con una serie de expectativas personales, sin embargo, la adaptación al nuevo lugar no siempre se logra de un modo exitoso e inmediato. Pero aún cuando dicha adaptación se consiga satisfactoriamente, puede convertirse en un motivo de angustia y desasosiego.

El sentimiento de soledad, el rechazo inconsciente a lo nuevo, la añoranza, la frustración permanente, el miedo al fracaso, son las figuras emocionales que acompañan al desarraigo.

La emigración puede ser el desencadenante, a veces traumático, de trastornos psicosomáticos (trastornos de la alimentación: anorexia-bulimia, alcoholismo). Son muy frecuentes los estados depresivos y de ansiedad crónica.

En estos casos, la consulta al psicólogo es necesaria y muy efectiva para tratar no sólo los síntomas que se padece, sino como un apoyo fundamental en el proceso de elaboración de un duelo, que de no ser tratado, se puede tornar patológico y ser el verdadero obstáculo para la consecución de los proyectos vitales de los sujetos.

Do NOT follow this link or you will be banned from the site!